lunes, 27 de julio de 2009

03. ÁREA de teología dogmática: Eclesiología y Escatología

1. La naturaleza bíblica y teológica de la Iglesia
El término qahal del Antiguo Testamento se refiere al pueblo de Israel, solemnemente reunido delante de Dios. En esa congregación podía haber gentiles. Las provisiones para los extranjeros eran un mismo rito (Nm.9:14); y un mismo trato digno (Lv.19:33-34), pero la reserva de los judíos a proclamar su fe a otras naciones o a los gentiles, se deja ver en la historia de Jonás, el profeta renuente (Jo.1:1.16). Los prosélitos y extranjeros se acercaban a Israel como entidad nacional. Israel no buscaba o atraía a los gentiles como entidad evangelizadora. De modo que la asamblea de reunión en el A.T., no es exactamente lo mismo que la Iglesia neotestamentaria.

Algunas diferencias teológicas entre la qahal y la Iglesia son: 1) la venida del Espíritu Santo para inaugurar la Iglesia (Hch.2:1-4); 2) el fundamento en la muerte y resurrección de Jesucristo (Hch.2:22-36). 3) La preeminencia de Jesús exaltado como cabeza de la Iglesia (Ef.1:21-23). 4. La proclama apostólica de la cruz como mensaje central (1Co. 1:20:25; Ef.2:20).

La iglesia es una entidad espiritual que tiene a Jesús como cabeza (Ef.5:23,25,29, 32), como el sumo sacerdote de su salvación (He.4:14-5:10). De modo que las grandes obras de salvación llevada a cabo por Cristo, a favor de la humanidad (redención, reconciliación, propiciación, perdón, justificación), gozan de la aceptación de Dios porque la cruz, la muerte y la resurrección de Jesucristo han cumplido con la justicia de Dios.

La Iglesia no surge por mera combinación de hombres, no se forma de los individuos sino que existe antes de ellos (1Co.1:12-23). La iglesia es una creación “desde arriba” a la cual el individuo entra por la fe (1Co.12:13; Col.2:6-7). De modo que las congregaciones son la manifestación local de toda la Iglesia (“a las iglesias de Galacia” Gá.1:2).

Teológicamente, esto significa que la Iglesia viene de arriba; viene de Dios y no es una creación humana (Ef.1:3-14; 1Co.1:8-9). Ella es iglesia de Dios, cuerpo de Cristo y el campo de acción del Espíritu Santo (Ro.8:9-11). El factor decisivo no es la relación de unas personas que se reúnen por que comparten una fe común o desean vivir una determinado tipo de vida. La iglesia es una asociación de personas que, ante todo, se encuentran en una determinada relación con Cristo (Ef.2:1-10). Estas son las bases teológicas de la Iglesia.


2. La iglesia y el Reino de Dios
La Iglesia tiene su origen concreto, generalmente, fijado el día de pentecostés. Su existencia se deriva de los importantes eventos teológicos en los que esta fundada: 1) la venida del Espíritu Santo para inaugurar la Iglesia (Hch.2:1-4); 2) el fundamento en la muerte y resurrección de Jesucristo (Hch.2:22-36). 3) La preeminencia de Jesús exaltado como cabeza de la Iglesia (Ef.1:21-23). 4. La proclama apostólica de la cruz como mensaje central (1Co. 1:20:25; Ef.2:20).

El reino de Dios no es solo territorial como el de los reyes humanos, es su prerrogativa, su autoridad inigualable de gobernar de manera universal y eterna todas las cosas. Por eso, los hombres de fe reconocen que Dios reina y que su reino no tiene fin (Sal.22:28; 93:1; 103:9). De esa Iglesia Jesús es señor. Jesús se presentó con un mensaje profético: “arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt.4:17).

Jesús explico al señor de lo superfluo, Pilato, que anterior y superior al reino terrenal estaba su reino “que no se origina en este mundo” (Prep. Gr. ek). Su autoridad viene de arriba. Por eso el puede decir, “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt.28:18). Su reino consiste en “justicia paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro.14:17) y Cristo “nos ha librado de la potestad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado hijo” (Col.1:13). Este fue ya el anuncio apostólico que inició con la proclamación del día de pentecostés (Hch.2:32-36).

¿Cuál es la relación entre la Iglesia y el reino? La postura más entusiasta dice que la iglesia y el reino son una y la misma cosa. Esta propuesta conduce a una suerte de teocracia moderna, a un derecho divino a gobernar el mundo, cuya aplicación es complicada. Como Jesús esta presente entre nosotros en forma espiritual, una persona visible querría nombrarse jefe de la teocracia hoy, algo similar a lo que ocurre en la Iglesia Católica. Esta es la implicación práctica de esta discusión.

La postura mas modesta dice que la Iglesia es una extensión del reino y, en parte, explica el reino, pero no agota todo lo que es el gobierno y prerrogativa de Dios de gobernar este mundo. Jesús esta lleno de gloria y poder pero la Iglesia institucional no siempre representa adecuadamente ese poder y esa gloria. Esto da cuenta correctamente de que hay en la iglesia acrecencias institucionales y doctrinales que no representan la verdad de Dios: el trigo y la zizaña (Mt.13:24-30).

Lo más que podemos decir es que sólo la iglesia en su forma espiritual, ahí en donde Jesús es plenamente señor, los creyentes plenamente se le sujetan, hay coincidencias mayores con el reino.


3. La naturaleza institucional de la iglesia
Hay diversas formas de Iglesia que se deducen de la variedad de usos de la palabra ekkesia en el Nuevo Testamento. Una de esas formas es la iglesia como institución.

La pregunta se ha debatido ya en torno a si existe una o varias eclesiologías en el Nuevo Testamento. Quienes usan el marco de las epístolas pastorales para hablar de un “catolicismo incipiente”, ven un proceso de institucionalización presente ya en el Nuevo Testamento. Mientras que el marco común menos institucional es precisamente el de la Iglesia casera.

Las Iglesias en casa son el eje de la fe en el Nuevo Testamento, pero no están libres del proceso de institucionalización. Pablo saluda a la Iglesia de la casa de Priscila y Aquila (Ro.16:3-5). También se refiere a “la Iglesia que está en tu casa”, cuando escribe a Filemón (Flm 2). Al cerrar el libro de los Hechos, Pablo mismo queda en una casa, en prisión domiciliaria (Hch.28:42). Aprovechando la dinámica de la casa, Pablo dice que hay cristianos aún en la casa del César en Roma. “Los de la casa de César os saludan” (Fil.4:22). Estas expresiones sencillas de iglesia pudieron hacerse más formales e institucionalizarse según sus circunstancias.

En el siglo XXI, esta forma de expresar la Iglesia insiste en un templo o lugar de reunión; en una doctrina o declaración de fe; en una estructura gobernante administrativa; en una historia de su fundación, con actores y situaciones que acentúan la actividad humana en la creación de la iglesia.

La iglesia institucional se caracteriza por colocar como factor decisivo la relación de unas personas que se reúnen por que comparten una fe común o desean vivir una determinado tipo de vida religiosa. En el nuevo testamento, la expresión institucional mas simple se ve en las iglesias caseras, que se reúnen todos los días, sujetas a una hora de reunión “y todos los días en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hch.5:40). Pablo, hablando sobre la ofrenda, dice que ese día era el primer día de la semana (1Co.16:2).

Los Reformadores reconocen que las iglesias tienen una expresión institucional, pero insistieron que la Iglesia-institución debe precisamente estar “Semper Reformanda”. Eso significa, no permitir que sus reglas y sus tradiciones invaliden la Palabra de Dios.


4. Formas de la iglesia
Hay diversas formas de Iglesia que se deducen de la variedad de usos de la palabra ekkesia en el Nuevo Testamento. Entre los 114 usos del término, los usos teológicamente, mas significativos son:

La iglesia local. El Nuevo Testamento reconoce iglesias locales como las iglesias caseras: la Iglesia de la casa de Priscila y Aquila (Ro.16:3-5); la de la casa de Filemón (Flm 2). la casa de la prisión domiciliaria (Hch.28:42); la casa del César en Roma (Fil.4:22).

Iglesia regional. También hay iglesias regionales: Pablo dirige una carta a un grupo de Iglesia, probablemente al sur de Galacia y les escribe corporativamente dirigiéndose “a las iglesias de Galacia” (Gá.1:2) o a las iglesias de judea (Gá.1.22).

La Iglesia Universal. El sentido físico de la asamblea pasa a otro plano para designar la unidad espiritual de todos los creyentes en Cristo. Recae el énfasis en aquellos que conjuntamente constituyen la asamblea, como los creyentes en la dispersión (Hch.8:1-3). Sin estructura visible, esta expresión de la iglesia se haya unida por el Espíritu de Cristo (Ef.4:4). Se ve especialmente en aquellos pasajes que hablan de Cristo como cabeza de la Iglesia (Ef.1:22; 5:21-33; Col.1:18). A esta expresión se le llama la “iglesia invisible”, pero el NT no se refiere a la iglesia con ese término.

Asamblea “secular”. Este uso resulta interesante por que el termino ekkesía se aplica a una asamblea no cristiana. Primero al designar a la turba enardecida en Hechos 19:32,41. El segundo uso es la cita de la LXX en Hechos 7:28 que describe a la asamblea de Israel en el desierto y en Hebreos 2:12, que se refiere a la asamblea que adora en el A. T. citando de la LXX Salmo 22:22.


5. La iglesia como comunidad del Espíritu y del Reino de Dios
Si en el Antiguo Testamento la relación entre Yahweh e Israel era orgánica y más evidente, la relación con el Espíritu parecía más episódica. Sin embargo, el anticipo de la relación entre la Iglesia como comunidad y el Espíritu Santo, debe empezar a buscarse, precisamente, en el Antiguo Testamento. De hecho los valores y la ética del reino de Dios, vigentes en ambos testamentos, sólo pueden explicarse por la presencia del Espíritu. Es el espíritu quien expresa la sabiduría y poder de Dios en una comunidad especial en la que Dios reina. La obra del Espíritu, constituye el epicentro del reino de Dios en Israel y luego en la Iglesia.

En el Antiguo Testamento, los hombres de fe reconocen que Dios reina y que su reino no tiene fin (Sal.22:28; 93:1; 103:9), indudablemente, un reconocimiento que viene de la obra del Espíritu. De esa cuenta que la espiritualidad de los santos en Israel debe entenderse como una espiritualidad fundada en el aliento del Espíritu (Gn.6:9; 1R.15:3; Ez. 37:9,14; Is.44:3 cp. Jn.3:3,5,7). Los creyentes aun en Israel, no viven su espiritualidad en la fuerza de la carne. Por consiguiente, la capacitación para obras oficiales en las que se usa la expresión “Vino el Espíritu de Jehová sobre…” para dar sabiduría (Ex.31:3; 35:31) o sobre los jueces para darles liderazgo especial (Ju.3:10; 6:34, 13:25) nos recuerda la capacitación que luego vemos desplegada en el Nuevo Testamento para servir a la Iglesia.

Al llegar al libro de los Hechos, es claro que esta nueva era que arranca es la era del Espíritu. A “los hechos de los apóstoles”, se les puede llamar mejor los hechos del Espíritu Santo. La Iglesia empieza con la venida del Espíritu Santo para inaugurar una asamblea diferente (Hch.2:1-4); la Iglesia es el campo de acción del Espíritu Santo (Ro.8:9-11; 1Co.3:16). El crecimiento de la Iglesia se debe a la dirección con que el Espíritu conduce la obra misionera (Hch.16:7). El Espíritu enfoca la atención de los creyentes en quienes deben oír el evangelio (Hch.8:29).

A la vida de la Iglesia, Pablo le llama el régimen nuevo del Espíritu (Ro.7:6); por eso los creyentes han de ocuparse de las cosas del Espíritu, que producen vida y paz (Ro.8:6); y sólo por su auxilio constante puede el creyente hacer morir las obras de la carne (Ro.8:13). El provee el andar nuevo al creyente (Gá.5:16) y el racimo de fruto que se espera de cada quien (Gá.5:18-21). En esta nueva vida del Espíritu, el control constante del Espíritu es el aspecto central en la espiritualidad neotestamentaria (Ef.5:18).

Además, el Espíritu es quien capacita con sus “dones” a los creyentes para el servicio (1 Co.12-14). Esta vitalidad del Espíritu es la que se manifiesta en la vitalidad del reino de Dios. Por eso, la extensión de los valores, de la ética y de la obra de Dios en el mundo, va ligada al ministerio del Espíritu Santo.


6. La naturaleza escatológica de la iglesia
En la escatología, la Iglesia es una comunidad que construye para el futuro. Sus móviles edifican sobre el fundamento de Jesucristo para evidenciar la calidad de su obra en el futuro (1Co.3:11-13). La Iglesia trabaja constante en la esperanza que tiene en Jesucristo (1Tes.1:3). El contenido de esa esperanza es que Jesucristo libra a la Iglesia de la ira venidera (1Tes.1:9).

Por eso la iglesia guarda el corazón en santidad irreprensible delante de Dios para la venida de nuestro señor Jesucristo (1Tes.3:13). Eso no justifica ni la pereza ni el abandono de las responsabilidades cotidianas (2Tes.2:1-2). De modo que es necesario que la Iglesia no se deje de engañar, confundiendo la inminencia (su venida en cualquier momento) por inmediatez (su venida ahora).

La esperanza bienaventurada (Tit.2:13) en la venida del señor no ocurrirá dice Pablo, sin que antes se manifieste la apostasía (2Tes.2:3). Ese hombre de pecado que se opone a Dios, toma el lugar de culto que en el templo corresponde a Dios (2Tes.3:4). Ahora hay quien lo restringe (2Tes.3:7), pero ya esta en acción el misterio de la iniquidad, centrado en el hombre “anomos” o el “sin ley” (2Tes.3:8). Este poder engañador hace señales que tienen en si mismas el castigo a la incredulidad (2Tes.3:9-13). De modo que la Iglesia debe cuidar no ser engañada.

La esperanza de la Iglesia se centra en Jesucristo y en la vida eterna que el nos prometió (Ti.1:3). Jesucristo inauguró una nueva era en la que su reino se manifiesta en la Iglesia (1Tes.2:12), para superar este presente siglo malo (Gá.1:4), dejando una reserva de futuro o esperanza para una plenificación de la promesa o cumplimiento escatológico, cuando el hijo entregue el reino al Dios y Padre (1Co.15:24).


7. La tensión entre el ya realizado y el no consumado del Reino de Dios
La expresión presente del reino de Dios es el señorío de Jesucristo. Jesús explico a Pilato que su reino “no se origina en este mundo” (Prep. Gr. ek). Su autoridad viene de arriba. Por eso el puede decir, “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt.28:18). Su reino consiste en “justicia paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro.14:17) y Cristo “nos ha librado de la potestad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su amado hijo” (Col.1:13). Este aspecto ya consumado o realizado del reino fue lo que Pedro anuncio el día pentecostés, la primera proclamación apostólica que anuncia el ya del reino (Hch.2:32-36). De modo que el ya de ese período se inició con la venida de Cristo el Mesías, pero espera un cumplimiento posterior en incluye a su segunda venida (Hch.3:19-21).

Hay, pues, un aspecto futuro, que espera aun su consumación. Ya desde el A. T. queda en el horizonte profético un rey que devolverá a Israel su correcta relación con Dios (Is.11:1-5; 9:1-7). Un descendiente de David que será rey (Ez.37:24-28). El Nuevo Testamento habla del día cuando todos los reinos del mundo habrán venido a ser de Dios y de su Cristo y el reinará por los siglos de los siglos (Ap. 11:15).

El autor a los Hebreos dice “pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”, pero le vemos glorificado (He.2:8). Juan lo dice también “aun no se ha manifestado lo que hemos de ser”, pero cuando el se manifieste seremos semejantes a él, lo cual es una esperanza purificadora (1Jn.3:2-3). Se trata de una reserva de futuro o esperanza de una plenificación de la promesa o cumplimiento escatológico final, cuando el hijo entregue el reino al Dios y Padre (1Co.15:24).


8. Los grandes temas escatológicos del Antiguo y del Nuevo Testamento
El concepto “escatología” en el AT se entiende como la traducción de los LXX “en los postreros días” (Gn. 49:1; Nm.24:14; Ez.38:16). El hecho de que estos “postreros días”, generalmente, se refieran a David (Nm.24:17), o a la promesa de salvación que viene con el (Joel 2:28), parece sugerir como seguro identificar el horizonte salvífico con la idea escatológica. Dos ideas aparecen en Joel, el día del señor como un día de intervención divina y la venida del Espíritu Santo.

La realización escatológica del Antiguo Testamento incluyen una creación que es el ámbito de la salvación de Dios (Gn.1:29-2:3; 2:8-9; 18-19; 3:8-9; 24). Acerca de esa salvación se haya la promesa hecha a Abraham según la cual recibiría una tierra, una descendencia y una misión (Gn.12:1-3; 15:5-7; 17:5-8). El tema de la tierra se cumple en parte con la entrada en la tierra prometida (Josué). El tema de la descendencia se cumple en parte con su simiente (Gn.21:1-7) y con la Simiente por excelencia que es Cristo (Gá.3:16). El tema de la misión es la extensión del reino de Dios en palabra y obra, a partir del evangelio de Jesucristo (Gn.12:2).

Una de las afirmaciones escatológicas centrales del AT es la venida de un redentor (Gn.3:15; 49:10), que cumple el papel de profeta (Dt.18:15-22), sacerdote (Sal.110:4; Is.53:1-12) y de rey-juez (Ez.37:24-28; cf. Sal.2; 110:1-7). En último lugar, el sistema sacrificial prefigura a Jesucristo en quien finalmente se cumplen las demandas de la justicia de Dios (Ro.3:21-26).

Isaías pone de manifiesto “una buena nueva” que proclama la anunciadora de Sion (Is.52:7-10). Esa buena nueva incluye la venida del mesías y un amplio derramamiento del Espíritu (Ez.37:9,14; Is.44:3). Israel será salvo y será agente redentor en manos de Dios (Is.52:13-15). Según Ezequiel 36, Israel tendrá un renacer caracterizado por volver de las naciones, ser limpiados, tener un corazón nuevo, por habitar en la tierra y ser guardados de todas sus inmundicias (Ez.36:24-30), especialmente, por tener dentro el Espíritu de Dios (Ez.36:27).
En torno a la obediencia del pueblo, hay también una promesa de cumplimiento de la ley que será más plena. Se trata de un nuevo pacto por el que Dios pondrá su ley en la mente y corazón de Israel (Jer.31:33). Y no será necesario que nadie enseñe a su hermano por que todos le conocerán (Jer.31:34). Por ejemplo, el fracaso en el cumplimiento del Jubileo que Israel no practicaba (Jer.34:8-22), según Isaías 61:1-3, se cumplirá cuando el período mesiánico traiga su plena realización. Este jubileo mesiánico tiene su cumplimiento en parte en el ministerio de Jesús (Lc.4:16-20) y de la Iglesia (Hch.2:1-4; 32-36; y 4:11-12), de modo que el ya de ese período se inició con la venida de Cristo el Mesías, pero espera un cumplimiento posterior en su venida (Hch.3:19-21).

En cuanto a los temas escatológicos del Nuevo Testamento, la segunda venida de Jesucristo es el aspecto escatológico central del Nuevo Testamento. La esperanza bienaventurada (Tit.2:13) en la venida del señor no ocurrirá dice Pablo, sin que antes se manifieste la apostasía (2Tes.2:3). Ese hombre de pecado que se opone a Dios, toma el lugar de culto que en el templo corresponde a Dios (2Tes.3:4). Ahora hay quien lo restringe (2Tes.3:7), pero ya esta en acción el misterio de la iniquidad, centrado en el hombre “anomos” o el “sin ley” (2Tes.3:8). Este poder engañador hace señales que tienen en si mismas el castigo a la incredulidad (2Tes.3:9-13). De modo que la Iglesia debe cuidar no ser engañada (cf.1 Jn.2.18).

Pablo se ve así mismo y a sus lectores como aquellos sobre quienes ha venido el final de los tiempos (1Co.10:11). Cristo, según el autor a los hebreos, apareció al fin de la edad (He.9:26). Pero cuando cuando los judíos preguntan por la restauración del reino, Jesus responde hablando de la venida del Espíritu Santo, cuando los postreros días se hacen presentes con el gobierno del mesías (Hch.2:1-4; 32-36; y 4:11-12), pero los tiempos de refrigerio vendrán después, cuando el venga otra vez (Hch.3:19-21, esp. 20).

En distintas etapas del desarrollo del NT., aparecen como futuras cosas que luego tienen cumplimiento: la fundación de la Iglesia se coloca como algo futuro (Mt.16:18). También la venida del Espíritu es futura en días de Jesús (Jn.16:12-15). La muerte de Jesús es también anunciada y futura en una etapa de la vida de Jesús (Mt.17:22-23), así mismo, la resurrección el juicio y la vida eterna. Pero de nuevo, es el retorno de Cristo, el próximo gran evento en el desarrollo del plan de Dios (Hch.1:11).


9. La resurrección de Jesús y la escatología bíblica

Hay aun en el AT testimonio de que los sufrimientos del mesías no terminarían con su vida. Por eso es que tras sufrir cruentamente (Is.53:1-12), el mesías reina (Ez.37:24-28; cf. Sal.2; 110:1-7) y redime (Is.61:1-3).

Sin embargo, es en el NT en donde se desarrolla con más amplitud sobre la resurrección del mesías. Primero como suceso histórico (Mt.28:1-10; Mr.16:1-8; Lc.24:1-12; Jn.20:1-10). Pero también como suceso teológico. Pablo dice que Jesús murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras (1Co.15:3) y que fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1Co.15:4). El centro de la resurrección de Jesús es que ella constituye la validación por parte de Dios, que el sacrificio presentado por Jesús, fue aceptado por Dios (1Co.15:12-19; 24-28).

La exaltación del mesías triunfante es lo que hace segura la esperanza personal del creyente. El pasaje de exaltación cristológica solo puede aplicarse al mesías resucitado (Fil.2:9-11). Describe precisamente la condición de Jesús quien ha superado la muerte y por ello: 1. Es exaltado hasta lo sumo 2. Tiene un nombre que es sobre todo nombre 3. En el nombre de Jesús se dobla toda rodilla 4. Toda lengua confiesa que Jesucristo es el señor.

De este hecho deviene la escatología personal (muerte, resurrección, el juicio venidero y la vida eterna), que para el creyente se resume en que seremos librados de la ira venidera (1Tes.1:9). También deviene la consumación escatológica del gobierno de Dios, los tiempos de refrigerio prometidos a su pueblo y la restauración de todas las cosas (Hch.3:19-21). Y de manera fundamental, el día cuando todos los reinos del mundo habrán venido a ser de Dios y de su Cristo y el reinará por los siglos de los siglos (Ap. 11:15) y el hijo entregue el reino al Dios y Padre (1Co.15:24).


10. La parusía y la nueva creación.

El termino “parusía” es una expresión que se aplica, entre otras maneras no teológicas, a la venida de Estefanas (1Co.16:17), a la presencia corporal de Pablo (2Co.10:10) en relación a seres humanos. El término puede traducirse como presencia o venida. La parusía no es el evento decisivo, pero es la secuela inevitable del evento decisivo: la muerte y resurrección de Cristo (1Co.15:1-11). La parusía es el desemboque final (O. Cullmann: el día-D, y el día-V).

En cuanto a la venida de Jesucristo se haya en el contexto de la petición de la señal de su venida (Mt.24:3, 27, 37, 39). Los creyentes seremos presentados por Dios como trofeos de su gracia el día de Jesucristo (1Co.1:8). La resurrección de los santos ocurrirá dice Pablo en la parusía de Cristo (1Co.15:23). En Tesalonicenses se utiliza como termino teológico para hablar de la venida de Cristo (2:19; 3:13; 4:15; 2.Tes. 2:1,8). Curiosamente, el término se aplica falsificando la venida de Jesucristo al aplicarlo a la aparición del hombre de pecado (2Tes.2:9).

La creación que gime a una será liberada (Ro.8:21-22). En parte, ese proceso liberador incluye la liberación y adopción final de nuestro cuerpo (Ro.8:23). Por supuesto, la presencia majestuosa y glorificada de Jesucristo es la señal inequívoca de que Dios ha completado el proceso de “recreación”, “juicio” y depuración, en contra de los agentes que se oponen a su reino (Ap.20:11-15). La venida de Jesús como juez, rey y sacerdote suscita la transformación final de todas las cosas (2P.3:10-12). Después de ella solo se espera la irrupción de la nueva creación que, para Pedro, constituye la verdadera esperanza y motivación a la santidad entre su pueblo (2P.3:13-14). Juan se refiere a una nueva ciudad, una nueva Jerusalén (Ap. 21:9 ss), la cual esta en el marco de lo que describe como un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap.21:1-4).

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